Una historia que cobra vida y que desafía a la realidad… Para mí, el teatro es la literatura en movimiento, hace palpable esa fantasía insinuada por unas letras que se combinan armoniosamente, como si creasen una melodía. Sin embargo, como las notas musicales, las palabras tienen que estar ordenadas, seguir un esquema para que conformen una obra.
El dramaturgo Fermín Cabal comenta que escribir teatro
requiere un conocimiento técnico preciso y que estas limitaciones implican un
ejercicio de concentración que despierta el ingenio. Aunque se esté
condicionado por el formato, el arte no se puede abordar desde una perspectiva
racional, debe ser una experiencia afectiva porque, de lo contrario, carecería
de alma.
Cuando se empieza a pensar, a intentar que a todo el mundo
le guste lo que haces, el resultado, como señala Cabal, es un fracaso seguro.
Yo creo que los libros que nos gustan más son aquellos que
tienen algún personaje con el que nos sentimos identificados o que nos recuerda
cosas que nos han sucedido. Descubrimos reflexiones esbozadas por un ser
imaginario que te hace pensar un “¡vaya, parece que me ha leído la mente!” y
sonríes, sintiéndote comprendido, al tiempo que esperas con avidez para ver cómo
el personaje resuelve el problema. En la ficción podemos hallar respuesta a
nuestras preguntas, del mismo modo que el mundo onírico nos desvela aquello que
ignoramos o que pasamos por alto en nuestro día a día. Soñar no es dormir, es
volver a la consciencia de uno mismo.
Fermín Cabal dice que un dramaturgo tiene que conseguir
intrigar al espectador. Le sugiere un enigma que se inicia con la pregunta: ¿qué
crees que pasará?
Porque en el teatro, al igual que en la vida, no sabes qué
ocurrirá. La fantasía reproduce esa incertidumbre, esa tensión que nos tiene en
vilo. Y, si una obra es buena, tiene que sorprendernos, como es habitual en la
realidad.
Al convertirnos en testigos de una historia que se
desarrolla ante nuestros ojos, nos aventuramos a anticipar el futuro, estamos
atentos a los próximos acontecimientos, compartimos los sentimientos de los
personajes representados (el que los actores tengan talento también ayuda
bastante a que te sumerjas de lleno en la obra) y nos emocionamos.
No voy a ser una idealista sin remedio y pensar que el arte,
en sus múltiples formas de expresión, puede cambiar el mundo pero sí tengo la
convicción de que puede mejorarlo porque puede descubrirnos partes de nosotros
mismos que nunca habíamos intuido, puede ayudarnos y arrancarnos unas
carcajadas cuando más lo necesitamos. Nunca dejemos de lado la fantasía por
considerarla una evasión, un mero antídoto contra el aburrimiento, porque en
ella hay verdades que nos hacen comprender lo que sucede a nuestro alrededor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario