martes, 24 de abril de 2012

Redes invisibles


El mundo está lleno de metáforas. Algunas son fáciles de descifrar porque su constante uso les ha quitado su misterio.
Otras, sin embargo, continúan permaneciendo herméticas, desafiando las barreras del lenguaje.
No obstante, las palabras no son las únicas capaces de conformar metáforas, los números también reflejan realidades abstractas como señala el escritor Agustín Fernández Mallo. En verdad, no hay tanta distancia entre ciencia y arte como solemos pensar ¿por qué deberían ir separadas?
Todo en la vida está interrelacionado de una manera tan perfecta y exacta como los colores en una pintura magistral o como una secuencia de cifras que atienden a un orden determinado.
En este aspecto estoy de acuerdo con Fernández Mallo, que habla sobre la existencia de conexiones entre todo lo que nos rodea. De ahí se concluye, y cito sus palabras textuales, “la creación no maneja jerarquías, sino redes”. Y, efectivamente, un artista tiene que construir puentes, no murallas, porque su misión es acercarnos universos desconocidos, ¡no aislarnos de ellos!
Ahora bien, como todos podemos intuir, el proceso de creación es bastante complejo porque, como señala Fernández Mallo, hay que mirar las cosas como nadie las ha visto hasta ese momento, como si las contemplásemos por primera vez. Para ello hay que deshacerse de los prejuicios, porque en lo más insignificante puede estar la huella de algo más trascendental, de algo que no podemos tocar y que en muchas ocasiones no podemos ni siquiera describir. 
En cierto modo, nuestros sentidos muchas veces sirven para despistarnos, para quedarnos en las apariencias.
Pero si nos hacemos preguntas, si no nos conformamos con lo que nuestros ojos nos muestran y vamos más allá, descubriremos piezas que creíamos perdidas o que no tenían sentido hasta ahora de ese puzzle inmenso al que se suele llamar vida. 
Un puzzle que muestra ese choque fortuito (tan medido que parece burlarse del mismo azar) de sueños dormidos en los márgenes del tiempo.

lunes, 9 de abril de 2012

No es lo que parece


ESCENA 1

(Tres jóvenes se encuentran en un lujoso despacho de una prestigiosa empresa. En él que destacan una colección de relojes suizos y unos estantes repletos de fotografías familiares. ALI, una chica de cabellos teñidos de un intenso color naranja, utiliza el ordenador que está sobre una mesa de madera noble con incrustaciones de plata. A su lado, una joven muy delgada, DANIELA, husmea en los cajones del escritorio. Mientras MAX, un veinteañero que viste ropas oscuras, pasea de un lado a otro de la estancia.)

MAX- No deberíamos estar aquí.

ALI-   ¿Ya estás otra vez con el mismo rollo? Pareces el pelmazo de Pepito Grillo.

MAX- A diferencia de ti, me doy cuenta de la gravedad de la situación. ¡Podríamos ir a la cárcel por esto!

DANIELA- Tranquilo, lo he organizado todo de tal forma que no nos van a pillar.

MAX- ¿Estás segura? Porque yo no lo veo muy claro. Si uno de los tres se hubiera quedado fuera haciendo guardia, tendríamos más posibilidades de…

ALI- ¿Quieres dejar ya de ser tan agonías? Nos estás desconcentrando.

(Silencio. ALI sigue tecleando, DANIELA lee unos papeles y MAX se pasa la mano por el pelo repetidas veces.)

MAX- Mira que lo dudé pero al final me pudo la lealtad. Si me hubiera negado a venir, ahora no estaría al borde del infarto. ¡Tengo la sensación de que nos van descubrir de un momento a otro!

ALI- Y lo harán si sigues pegando estos alaridos. O te callas o te vas ¿estamos?

DANIELA- No hace falta ser tan borde, Ali. Mi madre siempre dice que no hay que atacar a los amigos, porque son parte de nosotros. Si les hacemos daño, nos hacemos daño a nosotros mismos.

ALI- Puaf. ¡Menuda cursilada! ¿De dónde sacó eso? ¿De algún manual de autoayuda?

DANIELA (Muy seria)- Oye, no te metas con lo que dice mi madre, es una mujer muy sabia. Todo el mundo debería aprender más de ella…

ALI- Venga ya, Dani. No me…

MAX- Chicas, creo que viene alguien.

(ALI aparta la vista de la pantalla de ordenador y le fulmina con la mirada.)

ALI- Tío, estás paranoico perdido. Yo no oigo nada.

(ALI continúa trabajando y MAX se retuerce las manos de puro nerviosismo. Los pasos se acercan…DANIELA levanta la vista de los documentos que miraba.)

DANIELA- Ali, creo que Max tiene razón.

ALI- ¿Tú también?

(ALI hace una mueca pero se detiene. Los pasos cada vez se aproximan más…)

ALI (En voz baja.)- Mierda. Es él.

MAX (Con gesto de horror.)- ¿El señor Dupond?

ALI- Peor. Es el Napias.

MAX- ¿Te refieres a su hijo Edgar?

ALI- Pues claro. ¿No oyes lo fuertes que suenan sus andares, como si fuera el amo del mundo?

DANIELA- Te has fijado mucho en su manera de caminar…

ALI- Es importante conocer al enemigo para vencerlo y ahora, esconderos.

MAX (Mira alrededor con creciente pánico.)- ¿Dónde?

ALI- Pues debajo de la mesa, por ejemplo.

MAX- Igual no es un buen sitio y si…

DANIELA- No tenemos tiempo que perder, Max.

(MAX se mueve con tal rapidez que tira el refresco que estaba encima de la mesa y cae ruidosamente al suelo derramando su contenido.)

ALI- Lo has acabado de arreglar. Ahora fijo que nos trincan.

(Los pasos son más rápidos y se dirigen hacia el despacho. MAX se mete debajo el escritorio, DANIELA se coloca tras una gigantesca planta y ALI se oculta detrás de la puerta, que se abre en ese momento. Un joven rubio y alto entra en escena. EDGAR observa su entorno con altivez. Su mirada se detiene en el charco que destaca en el centro de la moqueta. Desde el umbral de la habitación mira la lata del refresco con una leve sonrisa.)

EDGAR- Vaya, vaya, parece que Ali-Oli and company ya están haciendo de las suyas. La verdad es que esta vez te has superado, pelo de mandarina, te has cargado la alfombra del jefe, ¡menudo cabreo se va a coger…!

(ALI empuja la puerta con fuerza, haciendo que EDGAR reciba un sonoro golpe en la cara y se caiga al suelo, inconsciente. DANIELA y MAX salen de sus escondrijos y observan al joven que no mueve ni un párpado.)

DANIELA- Ay, qué horror. ¿No lo habrás matado?

MAX- ¿Deberíamos llamar a una ambulancia?

DANIELA- ¿O mejor a la morgue?

ALI- No empecéis a flipar. Seguro que el muy cerdo se está haciendo el muerto. Vámonos.

(Sus amigos no se mueven. EDGAR sigue quieto, sin dar señales de vida.)

MAX- Pues yo no le veo respirar.

DANIELA (Con voz chillona.)- Ali, tómale el pulso, anda.

ALI- ¿Y por qué tengo que ser yo?

DANIELA- Porque a mí me dan mal rollo estas cosas y a Max ya ni te cuento.

ALI- Pues menuda futura pediatra estás hecha. (Mira a EDGAR) Por mí como si ha estirado la pata. Mira tú qué bien, un capullo menos en el mundo. (Sin embargo, se agacha y le coge la muñeca).

(En ese momento, EDGAR se incorpora de golpe. DANIELA grita. MAX retrocede tanto que se tropieza con una papelera y la tira. ALI intenta alzarse pero EDGAR la ha agarrado y no la suelta.)

EDGAR (Se levanta con ALI aún entre sus brazos.)- Tu declaración de amor me ha resucitado, Ali-Oli.

ALI (Intentando zafarse de él.)- ¡Suéltame, anormal!

EDGAR- De eso nada. No hasta que tus colegas y tú me contéis qué hacíais aquí.

(Cierra la puerta con un pie y apoya la espalda en ella.)

DANIELA- Oye, Ed, déjanos ir, no queríamos hacer nada malo, de verdad.

EDGAR (Escéptico.)- No me digas.

ALI- Deja de meter tu gigantesca napia donde no te importa, si no quieres que se parezca todavía más a la de un payaso de circo.

(EDGAR libera a ALI de su abrazo pero sigue pegado a la puerta.)

EDGAR (Tiene la voz un poco nasal porque se ha cubierto la nariz inflamada con un pañuelo.)- Oh, estoy muerto de pavor, a veces das mucho miedo, Ali-Oli.

ALI- ¡Para ya de llamarme así!

EDGAR- Estoy usando los diminutivos de tus dos nombres, mi querida Alena Olivia Rossova. No es culpa mía que suene como si estuviera refiriéndome a una salsa de ajo.

(DANIELA suelta una risita y ALI le pega un codazo.)

EDGAR (Se quita el pañuelo.)- En serio, ojitos de pollo, ¿por qué estás aquí, acompañada por la lagartija y el pato mareado? ¿Qué te traes entre manos?

ALI- Eso no es asunto tuyo, Napias.

EDGAR- Ha pasado a ser asunto mío desde que casi me rompes la cara con esa maldita puerta. Dime, ¿de qué va todo esto?

MAX- Te lo contaremos si nos dejas marchar.

EDGAR- ¿Y por qué iba a hacerlo? Los ladrones van al trullo por si no lo sabías, Einstein.

ALI- ¡No estábamos robando nada, idiota!

EDGAR- Permíteme que lo dude, pelo de mandarina. Ya en el instituto te dedicabas a mangar móviles y mp3…

ALI- Sólo a los matones que se dedicaban a avasallar a gente indefensa.

EDGAR- También pintabas grafittis en la fachada del edificio.

ALI- Eran mensajes de paz y alegría.

EDGAR- Eso vete a decírselo a los pringaos que tenían que quitarlos. Suéltalo ya, ¿qué buscabas aquí, superjusticiera? ¿Más líos? ¿Un despido rápido? ¿O tal vez una foto mía? (Señala una estantería llena de marcos de fotos.) Esto último lo entendería perfectamente, es normal que me encuentres irresistible…todo el mundo lo hace.

ALI- ¡Serás engreído! ¡Como si necesitase fotografías para tener más pesadillas contigo!

EDGAR- Así que sueñas conmigo ¿eh? Qué interesante. Está claro que subconsciente siempre saca a relucir la verdad…Ja, mírate, ¡te has puesto más roja que un pimiento morrón! (Se echa a reír.) Estás más guapa así, al menos ya no tienes esa pinta de hippy desnutrida…

ALI- No te esfuerces porque no vas conseguir sacarme de mis casillas, rubio de bote.

DANIELA (Por lo bajo.)- Pues ya te ha sacado los colores.

MAX (Se sitúa entre ALI y EDGAR.)- Creo que esto nos lleva a ninguna parte. Ed, lo único que queríamos era ver a tu padre pero como no le encontramos le estábamos esperando aquí.

EDGAR- ¿Y por eso os habéis escondido en cuanto habéis oído que venía alguien?
No me lo trago. (Coge su móvil y empieza a marcar un número.)

MAX (Tartamudea.)- ¿A-a qui-quién llamas?

(EDGAR no responde, ALI le arrebata el móvil de un tirón y corre con él hacia la ventana del despacho.)

EDGAR (Siguiéndola.)- ¿Se puede saber qué demonios vas a hacer?

ALI (Juguetea con el móvil y hace el ademán de lanzarlo.)- No sé, incluso alguien con un cerebro de pulga como tú, debería adivinarlo.

EDGAR (La coge del brazo.)- No lo harás si sabes lo que te conviene. Vamos, cuéntame de una vez qué hacíais aquí y os dejaré ir.

(Se miran, él aún sujeta su brazo aunque ya no es necesario porque DANIELA le ha cogido el móvil a ALI.)

DANIELA- En realidad hemos venido porque pensamos que tu padre está involucrado en una trama de corrupción. Hemos estado mirando sus últimos correos, sus documentos…Todo ello demuestra que ha engañado a muchísima gente para liquidar sus gastos personales y los de la empresa.

(DANIELA le entrega su móvil y unos papeles. EDGAR suelta a ALI y les echa un vistazo.)

EDGAR- No me lo creo. No es posible. Él nunca… ¿Cómo os habéis enterado?

DANIELA- Varias personas han sido estafadas por tu padre y a muchas las han acallado con sobornos o bien con chantajes. (Entrecierra los ojos y alza la voz.) Mi madre forma parte de este último grupo por eso Max, Ali y yo hemos venido a demostrar que ella está en lo cierto.

EDGAR- No puedes estar hablando en serio.

MAX- Compruébalo tú mismo.

ALI- ¿Te gustaría ser el heredero de una empresa que se dedica a explotar a la gente y a jugar con un dinero que no le pertenece? ¿Serías capaz de cargar con eso el resto de tu vida?

(EDGAR se queda callado, ni siquiera parece darse cuenta de que ALI, DANIELA y MAX abandonan el despacho.)

ESCENA 2

(En un banco de un parque, DANIELA, ALI y MAX están mirando un periódico.)

DANIELA- Por fin, se ha hecho justicia. Según dice aquí, Edgar Dupond, hijo del magnate francés Luc Dupond, ha denunciado los turbios negocios de su padre. Citando sus palabras, “no pienso ser cómplice de semejante engaño”.

(EDGAR, que pasea por el mismo parque, se acerca a ellos.)

ALI- Aún me cuesta creer que lo haya hecho. Fijo que soltó la bomba porque no quiere que le asocien con su padre y que le tomen por chorizo a él también.

EDGAR- ¿Cómo lo has adivinado?

(ALI pega un respingo. DANIELA se levanta del banco.)

DANIELA- Me voy a casa para contarle las novedades a mi madre. ¿Me acompañas, Max?

MAX- No sé. Debería ir a mis clases de piano aunque hoy no tengo muchas ganas pero si no voy, tendré remordimientos de conciencia. Ay, ¿tú qué harías?

(DANIELA suspira profundamente y tira de él hasta alejarlo de ALI y EDGAR.)

EDGAR- Bueno, Ojitos, ¿te apetece tomar un café en el Mayerling y charlamos un rato?

ALI- ¿El Mayerling? ¿Ese hervidero de pijos? ¡Ni de coña! Prefiero ir al Pinchito.

EDGAR- ¿El Pinchito? ¿Ese sitio tan cutre? No voy allí ni borracho perdido.

ALI- Pues muy bien, vete al Mayerling y déjame en paz.

(EDGAR pone los ojos en blanco, la acerca bruscamente hacia él y la besa. Pasados unos instantes se separan.)

ALI- ¿Por-por qué has hecho eso, Napias?

EDGAR- Después de las discusiones suele haber una tregua, creo que nos merecemos una y una bastante…prolongada. Ya sabes, por el montón de broncas que hemos tenido todos estos años.

ALI (Todavía aturdida.)- Oye, pues no es una mala solución.

EDGAR- Yo siempre tengo grandes ideas, deberías estar acostumbrada a ello.

ALI (Le da un golpe en el hombro.)- Qué creído eres.

EDGAR- Lo sé, es parte de mi encanto.

(Ella se ríe y le abraza.)

TELÓN















lunes, 19 de marzo de 2012

¿Qué crees que pasará?


Una historia que cobra vida y que desafía a la realidad… Para mí, el teatro es la literatura en movimiento, hace palpable esa fantasía insinuada por unas letras que se combinan armoniosamente, como si creasen una melodía. Sin embargo, como las notas musicales, las palabras tienen que estar ordenadas, seguir un esquema para que conformen una obra.
El dramaturgo Fermín Cabal comenta que escribir teatro requiere un conocimiento técnico preciso y que estas limitaciones implican un ejercicio de concentración que despierta el ingenio. Aunque se esté condicionado por el formato, el arte no se puede abordar desde una perspectiva racional, debe ser una experiencia afectiva porque, de lo contrario, carecería de alma.
Cuando se empieza a pensar, a intentar que a todo el mundo le guste lo que haces, el resultado, como señala Cabal, es un fracaso seguro.
Yo creo que los libros que nos gustan más son aquellos que tienen algún personaje con el que nos sentimos identificados o que nos recuerda cosas que nos han sucedido. Descubrimos reflexiones esbozadas por un ser imaginario que te hace pensar un “¡vaya, parece que me ha leído la mente!” y sonríes, sintiéndote comprendido, al tiempo que esperas con avidez para ver cómo el personaje resuelve el problema. En la ficción podemos hallar respuesta a nuestras preguntas, del mismo modo que el mundo onírico nos desvela aquello que ignoramos o que pasamos por alto en nuestro día a día. Soñar no es dormir, es volver a la consciencia de uno mismo.
Fermín Cabal dice que un dramaturgo tiene que conseguir intrigar al espectador. Le sugiere un enigma que se inicia con la pregunta: ¿qué crees que pasará?
Porque en el teatro, al igual que en la vida, no sabes qué ocurrirá. La fantasía reproduce esa incertidumbre, esa tensión que nos tiene en vilo. Y, si una obra es buena, tiene que sorprendernos, como es habitual en la realidad.
Al convertirnos en testigos de una historia que se desarrolla ante nuestros ojos, nos aventuramos a anticipar el futuro, estamos atentos a los próximos acontecimientos, compartimos los sentimientos de los personajes representados (el que los actores tengan talento también ayuda bastante a que te sumerjas de lleno en la obra) y nos emocionamos.
No voy a ser una idealista sin remedio y pensar que el arte, en sus múltiples formas de expresión, puede cambiar el mundo pero sí tengo la convicción de que puede mejorarlo porque puede descubrirnos partes de nosotros mismos que nunca habíamos intuido, puede ayudarnos y arrancarnos unas carcajadas cuando más lo necesitamos. Nunca dejemos de lado la fantasía por considerarla una evasión, un mero antídoto contra el aburrimiento, porque en ella hay verdades que nos hacen comprender lo que sucede a nuestro alrededor.

lunes, 12 de marzo de 2012

Náufraga


“¡Isolda!” grita alguien a lo lejos.
Tardo unos cuantos segundos en reaccionar. Es como si llamasen a otra persona y es que por más que lo intento no acabo de identificarme con ese nombrecito que siempre viene acompañado de la chistosa frase “Vaya, Isolda, ¿dónde has dejado a Tristán?”. Ja, me parto de la risa.
Mi abuela llega hasta mí y se agarra a mi brazo, medio asfixiada. No sé si su fatiga se debe a que ha acelerado el paso o a que el chaleco salvavidas, que llevaba tan ceñido como un corsé, apenas la deja respirar.
Me ofrezco para aflojarle la cinta que la aprieta con saña, pero ella me da un sonoro manotazo que dice a las claras un “ni se te ocurra”.
Contemplamos en silencio la gente que se apiña en una parte de la cubierta, como si la compañía fuera a proporcionarles protección en un barco que se balancea peligrosamente. Me pregunto nuevamente cómo se me ocurrió la estúpida idea de ir de crucero por el mar Egeo. En serio, ojalá hubiera estado dormida en el momento en que compré los billetes para mi abuela y para mí.
Yo creo que esto debe ser el karma o algo por el estilo porque llevo una temporada fina. Primero, mi novio me deja por mi jefa (a ver quién no se traumatiza con eso!). Después, decido cambiar de aires para reparar mi corazón hecho trizas y la abuela se pega como una lapa a mí. “¿Te vas al mar Egeo sin tu querida abuela? ¡Pero bueno! No te atreverás a dejarme en tierra ¿verdad?”.
Y yo, como soy una sentimental, la traje conmigo aunque prefería haber venido con unos amigos. No me malinterpretes, quiero mucho a mi abuela pero los únicos temas de los que puedes hablar con ella son la guerra, sus achaques y, cuando tiene el día especialmente alegre, sobre cómo le gustaría estirar la pata. En definitiva, es la compañía apropiada para alguien que intenta no caer en una depresión de caballo.
En fin, y ahora para rematar la fiesta, el crucero se hunde.
Madre mía, estoy batiendo mi propio récord de desgracias seguidas.
Escucho cómo mi abuela se pone a rezar por enésima vez y yo, que ya ni me acuerdo del Ave María, tarareo una canción. En momentos como estos, en los que la tensión se palpa en el ambiente, se cree en imposibles y te das cuenta de lo insignificantes y vulnerables que somos todos. Ya ves, hace unas horas, estaba tirada en una hamaca tomando el sol y, de pronto, me encuentro en plena noche (hace un frío que pela) con un ridículo chaleco salvavidas, cantando “we are the champions” (es la única melodía que me ha venido a la cabeza ¿vale?).
La tripulación empieza a sacar los botes salvavidas y la gente se apelotona para subirse a ellos cuanto antes. Miro al cielo. Las estrellas me devuelven indiferentes la mirada.
“Por favor, por favor, que salga viva de esta” ruego en silencio a esos luceros que parecen ajenos a lo que ocurre.
¿Por qué les confiamos nuestros deseos a las estrellas? ¡Están a años luz de nosotros, así que bien poco nos van a solucionar!
Sin embargo, lo que está muy lejos nos inspira confianza, sabemos que nuestros sueños están a salvo allí. No hay nada que pueda romperlos porque están libres para expandirse por el espacio. El tiempo tal vez los traiga de regreso…Tal vez sus rasgos hayan variado un poco, para despistarnos y que no les prestemos mucha atención…De esa manera, seguirán evolucionando sin ser esclavos de quien los creó.
¡Vaya! ¿Has visto? Desde luego, tengo que estar al borde del abismo para se me ocurran estas ideas tan profundas. Qué pena que no tenga un cuaderno para apuntarlas.
Ahora que lo pienso, me voy a quedar sin nada porque todo estaba en mi camarote. Echaré de menos ese vestido tan mono que compré con mis ahorros para…
Oh, Dios, ya me vuelve a salir la vena frívola. Ya sabía yo que ese momento de inspiración poética no podía durar mucho.
En fin, ¿qué pasa aquí? ¿Cuándo subimos a esos malditos botes? ¡Venga!
La abuela sigue a lo suyo, rezando. Y, visto lo visto, ningún Leonardo di Caprio va a salvarme el pellejo como en la película ni tampoco ningún Tristán…así que voy a tener que rescatarme a mí misma.
Cojo a la abuela y la llevo conmigo hasta la zona donde está situado uno de los botes.
Hay cola para subir pero cuando llega el turno de la abuela, un tipo se cuela como si tal cosa. ¡Pero bueno! ¿Dónde se ha quedado la caballerosidad?
Me pongo a insultarle pero la abuela me corta en seco con un “flaquilla, calla, no querrás que unas palabrotas sean el último recuerdo que tenga de ti ¿verdad?”.
Está claro que siempre se puede contar con ella para aligerar una atmósfera dramática.
Finalmente, tras muchos intentos y amenazas por mi parte, conseguimos ocupar nuestros asientos en un bote.
Y no sé por qué, me echo a llorar. En serio. Siempre he sido un poco de efecto retardado pero esto ya es el colmo, estoy en un barco que se va a pique y yo estoy tan pancha pensando sobre lo divino y lo humano y ahora que ya sé que he salido de este lío, me dejo llevar por el llanto.
“Tranquila, todo irá bien” dice alguien a mi lado. Alzo la mirada y, por alguna extraña razón, ese rostro completamente desconocido me resulta familiar. Entonces me doy cuenta de que…

Oh, Dios, qué dolor de cabeza tengo. Abro los ojos con esfuerzo, porque los párpados me pesan como ladrillos.
Estoy en la habitación de un hospital. ¿Cuándo me desmayé? ¿Me quedaría inconsciente en el bote?
-          Me alegro de que, por fin, haya despertado.- comenta una mujer que está escrutándome críticamente. Lleva una bata blanca por lo que deduzco que es un médico.
-          ¿Y el barco?- pregunto atontada.
-          ¿Qué barco? Ah, ya veo, que ha estado soñando.
-          ¿Soñando…?- inquiero estúpidamente. Oh, menos mal que todo ha sido una pesadilla, a pesar de que al final las cosas parecían ir mejor…- ¿Qué? ¿Qué ha pasado?- añado una vez me recupero de la impresión.
La mujer me observa con una sonrisa comprensiva.
-          Le cayó encima una estantería de libros cuando estaba en la biblioteca.
Vaya, veo que mi suerte sigue siendo la misma tanto en sueños como en la realidad. Genial, eso me consuela.
-          Se ha llevado un buen golpe en la cabeza pero afortunadamente no ha sufrido daños serios.
Ah, ahora que lo dice algo recuerdo…Había ido para coger unos libros de arte, ya sabes, para hacerme más culta y esas historias, pero está claro que el rollo intelectual no me va nada. No voy a volver a ir a una biblioteca ni aunque me paguen, sólo iré de compras por ahí…aunque ahora que lo pienso con el mal de ojo que me han echado, lo más probable es que se caigan encima todos los maniquíes de la tienda.
-          Afortunadamente, un joven que pasaba por allí la apartó justo a tiempo, de lo contrario, esa estantería podía haberla aplastado.
¿Eh?
Alguien avanza ante su mención. Alguien que había pasado inadvertido a mis ojos hasta ahora.
Un momento, esa cara… ¡Pero si es el mismo chico del bote salvavidas!
Oh, oh, ¡creo que estoy alucinando! Espero que no sea otro sueño.


lunes, 5 de marzo de 2012

La libertad de las palabras

Adentrarse en la dimensión desconocida del papel en blanco es toda una aventura que comienza cuando las palabras escogidas conforman una puerta abierta a una realidad paralela. Un escritor crea vida, como dice Consuelo Triviño, elabora un lenguaje propio y va más allá del umbral de los vocablos ya conocidos para conformar unos nuevos, que adquieran un significado más personal y, al mismo tiempo, más misterioso.
Pero, claro, escribir no es una tarea fácil, hay que tener constancia, disciplina y, como todo oficio que se valga, a veces implica renuncias, una especie de precio a pagar por vivir varias vidas a la vez. Eso sí, para ser un buen narrador de historias hay que vivir con intensidad, uno no puede recluirse en su propio mundo y olvidarse del resto, porque las experiencias nos inspiran y en muchas ocasiones sentimos la necesidad de relatarlas, de plasmarlas en una página, haciéndolas eternas. Precisamente, esta idea de mantener vivos los recuerdos es lo que ha conseguido que muchos hechos no desaparecieran como nunca hubiesen existido y que, siglos después, sigan siendo rememorados. Todo se reduce a la memoria, a la imagen de quiénes hemos sido y de quiénes seremos algún día.
Otro aspecto que me ha llamado la atención de la conferencia ha sido la apreciación de que el escritor suele guiarse por el oído, es decir, tiene que fijarse en la manera de hablar de las personas para así construir unos diálogos que sean creíbles mientras que el poeta suele dejarse llevar más por el sentido de la vista, ya que la contemplación es lo que le conducirá a una descripción de sus emociones y del entorno que le rodea.
Para mí, una de las cosas más increíbles de la literatura, que Consuelo Triviño mencionó en un momento dado, es que escribir no entiende de fronteras, ni de clases…es ese deseo (casi necesidad) de expresar nuestras vivencias, el que puede con las dudas y los prejuicios, consiguiendo que seamos libres. 

viernes, 24 de febrero de 2012

Micro-relatos

La buscadora de estrellas

Contempló la ciudad desde las alturas, concretamente desde un tejado.
Ella no tenía vértigo, de hecho, siempre caía de pie, ilesa, cómplice de la gravedad…
Al cabo de unos minutos de aparente estatismo, la luna se mostró en todo su esplendor, sin embargo, ella no se fijó en ese detalle. Rara vez miraba aquel manto plagado de luceros, sino a la tierra, a lo que ella podía aspirar a rozar…
Además, su pasatiempo favorito era buscar estrellas en el suelo firme.
Pues ella tenía una teoría, una teoría a la que consagraba toda su existencia y era la siguiente:
Si el mar, los ríos y toda superficie líquida podía reflejar el cielo (algo que siempre le inspiraba miedo porque daba una sensación de abismo interminable) ¿por qué no iba a hacerlo la tierra?
Había personas que se correspondían con los nubarrones porque tamizaban los rayos de los astros a los que no podían equiparar, otras que resultaban tan insulsas y aburridas, como un día sin lluvia y sin luz. Luego, había una minoría que brillaba con luz propia, las que vendrían a ser las estrellas.
Y la misión que ella se había encomendado era juntar estrellas, ayudarlas a encontrarse, a formar una constelación que iluminase más ese mundo.
Había noches en que no había suerte y no hallaba ni un sola estrellita, de hecho, llevaba ya varios meses sin novedades, cosa que la decepcionaba y la hacía dudar de su deber.
Y es que tanto buscarlas como reconocerlas no era una tarea sencilla.
Suspiró. ¡Todo habría sido infinitamente más fácil si no hubiera sido una simple gata!

La victoria

Adrián tarareó la canción que sonaba a todo volumen en su mp4 mientras llenaba de sombras la figura que estaba dibujando: la escultura de la Victoria de Samotracia.
Le traía tantos recuerdos aquella obra, el movimiento inusitado de sus alas, el misterio de su silueta arrasada en parte por el paso del tiempo…

Dos pirámides de cristal descomponían los rayos del sol en colores, unos colores  que precedían el manantial de luces y tonalidades que poblaban las obras que ocultaban…
-    ¿Este es el Louvre?- preguntó un niño de corta edad a su madre.
-    Sí, este es el Louvre, Adrián.- asintió ella con una cálida sonrisa.
-    ¡Qué pasada!.- susurró él, cuando se adentraron en aquel paraíso del arte.
Todo era tan grande, tan amplio, tan…especial.
-    ¿Por dónde quieres empezar?
¡Uf!, qué pregunta. ¡Había tantas cosas que ver!
Adrián se mordió el labio inferior,  indeciso.
-    Quiero ver la victoria esa tan famosa.- dijo al fin.
La mujer ensanchó su sonrisa. Ella siempre le describía esa escultura con entusiasmo, inventaba entretenidos cuentos que tenían como protagonista a la estatua y por eso Adrián estaba deseando ver con sus propios ojos esa maravilla de la que siempre oía hablar a su madre.
Pero, ¡vaya! ¡Se hacía de rogar llegar hasta el lugar exacto donde estaba la victoria en cuestión! Menudo recorrido tan enrevesado, ¡qué impaciencia!
-    ¡Jo!, yo creo que paso.- murmuró Adrián al cabo de un rato.
Su madre lo miró fijamente con una seriedad que le sorprendió.
-    Jamás te rindas, aunque se te ponga todo en contra sigue adelante...- hizo una leve  pausa y subió unas escaleras con Adrián.- Porque la recompensa, la victoria aparece cuando menos te lo esperas…
Y, justo en ese preciso instante, la Victoria de Samotracia se mostró esplendorosa ante ellos, se encontraba precisamente enfrente de la escalera.
Adrián abrió la boca de par en par y cruzó una mirada cómplice con la mujer que se reía alegre.
Sí, definitivamente la victoria era hermosa.
El niño se dedicó a observar la obra desde todos los puntos de vista posibles y llegó a la conclusión de que era perfecta, ¡a pesar de que le faltasen la cabeza y los brazos! Poseía un encanto y una elegancia que la hacían inimitable, única…
-    ¿Qué es? ¿Qué tiene?
-    Libertad.- contestó su madre enigmática.
-    ¿Libertad?- inquirió él, confuso.


Sólo muchos años más tarde llegaría a comprender el significado de esas palabras, cuando tuviese que retratar a la Victoria.
“Las alas son lo que permanece, aún cuando lo demás desaparece, la libertad, el ansia de echar a volar nadie nos lo puede arrebatar, ¡es nuestro y solamente nuestro!”reflexionó él mientras arrojaba luces y sombras sobre su dibujo, dotándolo de un mayor realismo.

Espejismo

Miró en derredor, buscando, siguiendo el rastro de un ayer que ya se había dado a la fuga… ¿o no?
Esa manera de caminar y esa cara le sonaban de algo.
Aquel viejo amigo cruzó la calle y ella quiso ir tras él para cerciorarse de si realmente era quien ella creía que era. ¿O se trataría de un espejismo más?
Intentó hacerse paso entre el gentío que la separaba de él pero cuando estaba a punto de alcanzarle, alguien la llamó y ella se detuvo. Esos segundos, esos instantes de vacilación, la salvaron del pasado y la hicieron regresar a su presente.
Bienvenid@ a Devenir!

Devenir significa transformación y me pareció el nombre más adecuado para titular este blog en el que colgaré todos mis escritos para la asignatura Escritura creativa II.
Antes de empezar a publicar relatos, me gustaría recordar unas palabras del filósofo Arthur Schopenhauer que retoman esa idea de devenir: “El cambio es la única cosa inmutable”.